Justicia
En coherencia con el pensamiento de María Ward, los colegios conciben la justicia como relación de integridad consigo mismos, con Dios, con los demás y con la Creación. Aspiramos a que las personas basen la justicia en el amor, es decir, que no se conformen con perdonar, dar, distribuir, colaborar en el bien común, sino que se entreguen personalmente y se identifiquen con los más débiles, compartan, sirvan, entren en comunión gratuita con los demás desde la solidaridad. No hay verdadero amor sin la justicia, y ésta, sin amor, no llega a ser justicia cristiana.
Veracidad
Los Colegios de la CJ educan en la veracidad, entendiendo ésta, como el compromiso y la capacidad de comunicar siempre y en cualquier circunstancia “la verdad”, actuando en coherencia, transparencia, sinceridad y autenticidad, evitando vivir de apariencias y engaños. Promovemos que los estudiantes, y todos los integrantes de nuestras comunidades educativas, estén en permanente búsqueda de la verdad para ser mejores y hacer crecer los talentos que han recibido como don.
Libertad
Se entiende como el camino de perfección y el itinerario de la felicidad a aquello que tiene sentido sólo si se refiere al bien. Educamos, para que nuestras y nuestros estudiantes, logren la entera disponibilidad para toda obra buena, liberándose de actuar conforme a sus intereses egocéntricos y buscando en su acción el bien mayor como valor prioritario Afirmamos que la genuina educación de la persona es necesariamente para la libertad, que no es sólo evadirse de toda dependencia y compromiso externo, sino la libertad para que cada persona despliegue, sin bloqueos y condicionamientos, su espíritu inquieto, sus capacidades y creatividad, en definitiva, la irrepetible originalidad de su ser interior. La libertad es el camino para estar disponible a hacer el bien, comenzando por realizar grandes cosas en la vida personal y para el bien de los demás.
Alegría
Los Colegios de María Ward poseen una visión positiva de la persona y del acontecer humano que brota del mensaje de Jesús, “es una actitud de la mente y una disposición del corazón que se abre a la persona, a la vida y al mundo. Se fundamenta en una profunda confianza en Dios y en la creencia de que a Él se le encuentra en todas las cosas.” La alegría nos sale al paso en cosas pequeñas: el deber cumplido, un servicio prestado, vencer una dificultad, darse a los demás, vivir con amor y agrado lo que nos sucede cada día. Es feliz el que sabe darse a los demás rompiendo en mil pedazos su egoísmo y regalando generosamente los dones que ha recibido de Dios.